Apéndice D:
El registro de Josefo de los exiliados de
Jerusalén.
El antigüo historiador judío Josefo, quien
vivió en el primer siglo, nació aproximadamente en 37 ec.. y murió cerca de
100. Él registró principalmente los puntos de vista de los judíos de su tiempo
y también sobre los judíos que llegaron a formar parte de la recién formada
congregación cristiana.
Su
registro no apoya al 587 aec. como la fecha de destrucción de Jerusalén. En los
siguientes pasajes Josefo contradice directamente la moderna idea apóstata de
que hubo cautivos llevados al exilio en el tercer año de Jehoiaquim. Las partes
importantes las he subrayado, y las Escrituras que concuerdan con este informe
las he puesto entre parétesis [].
“Y
ocurrió, en el cuarto año del reinado de Jehoiaquim, que hubo un hombre cuyo
nombre fue Nabucodonosor, y éste asumió el gobierno de los babilonios
[Jeremías 25.1] (64). Estos, al mismo tiempo, fueron con un gran
ejército a la ciudad de Carquémis, la cual estaba en el Eufrates, porque a
Nabucodonosor se le había ocurrido la idea de armar pleito con Neco, el rey de
Egipto, bajo quien toda Siria estaba en aquel entonces. Cuando Neco se enteró
de las intenciones del rey de Babilonia no despreció su amenaza, sino que más
bien se apresuró a movilizarse, con una gran tropa, hacia el Eufrates para presentar
defensa contra Nabucodonosor. Cuando por fin se dio la batalla Neco fue
derrotado y perdió muchas decenas de miles [de sus soldados] en la refriega.
“Así que el rey de Babilonia cruzó el
Eufrates, se apoderó de toda Siria, incluso hasta Pelusium, pero excluyó a
Judea. Pero cuando Nabucodonosor hubo reinado cuatro años, lo que
corresponde al octavo del gobierno de Jehoiaquim sobre los hebreos, hizo una
expedición con un poderoso ejército contra los judíos y le exigió tributo a
Jehoiaquim [2 Reyes 24.1] (65); también lo amenazó con hacerle guerra si se
rehusaba a pagar. Jehoiaquim estaba aterrado por la amenaza y compró su paz
con dinero y por tres años le pagó tributo al rey babilonio.
“Pero
durante el tercer año (66), habiendo oído que el rey de Babilonia
había hecho una expedición contra Egipto, decidió ya no pagar su tributo [2
Reyes 24.1, Daniel 1.1]; sin embargo, sus esperanzas quedaron frustradas porque
los egipcios esta vez no se atrevieron a pelear.
“Y
de hecho el profeta Jeremías había profetizado día a día cuán vano era el poner
su confianza en Egipto, y cómo la ciudad sería derribada por el rey de
Babilonia y el rey Jehoiaquim sería subyugado por él. Pero lo que él habló no
resultó en ninguna ventaja para ellos porque ninguno logró escapar, porque
tanto la multitud como los gobernantes cuando escucharon a Jeremías no le
quisieron prestar atención sino, al contrario, lo que les decía les pareció
desagradable y molesto, como si el profeta fuera un adivinador contra el rey. Y
lo acusaron y lo llevaron ante la corte y pidieron una sentencia y un castigo
contra Jeremías.
“Entonces
todos dieron su voto para que fuera condenado, pero los ancianos se rehusaron y
prudentemente enviaron al profeta a prisión; luego persuadieron al resto de no
hacerle ningún daño a Jeremías diciendo que él no había sido el único que había
profetizado lo que le ocurriría a la ciudad sino que Miqueas había dicho lo
mismo antes que él, y también muchos otros, ninguno de los cuales había sufrido
tales cosas bajo ninguno de los reyes que gobernaron en sus tiempos, sino que,
antes bien, recibieron honores como profetas de Dios. Así que los ancianos
apacigüaron los ánimos de la multitud con estas palabras y libraron a Jeremías
del castigo al cual lo habían condenado. Cuando este profeta hubo escrito todas
sus profecías, y la gente estaba ayunando reunida en el templo en el noveno mes
del quinto año de Jehoiaquim (67), él leyó el libro que había compuesto con
sus predicciones acerca de lo que le ocurriría a la ciudad, al templo, y al
pueblo. Y cuando los gobernantes oyeron de ello le arrebataron el libro y
ordenaron a Jeremías y a su escriba, Baruc, a que se fueran o se atuvieran a
las consecuencias si los encontraban. Luego llevaron el libro al rey, y éste
dio órdenes, en presencia de sus amigos, de que su escriba lo leyera. Cuando el
rey escuchó lo que el libro contenía se puso muy enojado, lo rompió en pedazos,
y lanzó los fragmentos al fuego, donde se consumió todo el libro.
“También
ordenó que buscaran a Jeremías y a Baruc, su escriba, y que los llevaran a su
presencia porque era necesario que fueran castigados. Sin embargo, ambos
escaparon de la furia del rey.
“Sucedió,
poco tiempo después, que el rey de Babilonia hizo una expedición contra
Jehoiaquim, y éste recibió a aquel [en la ciudad] y se mostró temerario porque
no creía en las predicciones del profeta y suponía que no sufriría ninguna
cosa terrible y por eso no cerró las puertas de la ciudad ni armó pleito contra
Nabucodonosor. Sin embargo, cuando el rey de Babilonia entró en la ciudad no
observó los pactos que había hecho sino que asesinó a todos los que estaban en
la flor de la edad y también a todos los mayores y también al rey
Jehoiaquim, cuyo cadáver ordenó que fuera arrojado fuera de los muros de la
ciudad y que no se le hiciera un entierro; luego hizo rey del país y de la
ciudad a Joaquín, el hijo de aquel. Después tomó como cautivas a las
personas prominentes de la ciudad, tres mil en número, y se las llevó exiliadas
a Babilonia; entre estos cautivos estaba el profeta Ezequiel quien para
ese entonces era sólo un joven. Y ese fue el fin del rey Jehoiaquim, quien
había vivido treinta y seis años, de los cuales había reinado once. Pero
Joaquín le sucedió en el reinado, y la madre de este se llamaba Nehustá, quien
era nativa de Jerusalén. Él reinó tres meses y diez días
“Pero
un miedo repentino e inmenso se apoderó del rey de Babilonia, quien había
hecho rey a Joaquín; temió que Joaquín le abrigara rencor por haber matado a su
padre y que, como venganza, armara una revuelta contra él. Por lo tanto Nabucodonosor
envió a su ejército a sitiar a Jerusalén y a Joaquín, pero como éste era de
disposición gentil y tenía un carácter justo no quiso que la ciudad sufriera
por su culpa y por eso tomó a su madre y a sus parientes y los envió a los
comandantes babilonios y aceptó los juramentos de estos de que ni su familia ni
la ciudad sufrirían daño. Pero este acuerdo no fue observado ni siquiera un
año, porque el rey de Babilonia no lo cumplió sino que dio órdenes a sus
generales de que tomaran a los jóvenes y a los artesanos como cautivos y se los
llevaran, atados, ante él (el número de estos fue de diez mil ochocientos
treinta y dos [2 Reyes 24.14]), y también a Joaquín, a su madre, y a sus
amigos. Y cuando estos fueron llevados a su presencia él ordenó que fueran
encarcelados y nombró al tío de Joaquín, Sedequías, como rey, y le hizo jurar
que mantendría el reino por él y que no llevaría a cabo ningún cambio ni haría
alianzas amistosas con los egipcios”.
La Biblia concuerda con el orden de estos
eventos. Aquí está el mismo orden de sucesos de acuerdo a la Biblia:
Primero nos dice: “En [los días de Jehoiaquim] Nabucodonosor el rey
de Babilonia subió, de modo que Jehoiaquim llegó a ser su siervo por tres años.
Sin embargo, se volvió y se rebeló contra él” (2 Reyes 24.1). Según Josefo
Babilonia forzó a Judá a vasallaje en el octavo año de Jehoiaquim... no en el
tercero. Jeremías está de acuerdo con esto y registró que todo estuvo en calma
durante su cuarto y quinto año y que el rey no tenía miedo de ningún ataque
babilonio, y de hecho contradice la idea de que para ese tiempo hubieran habido
exiliados. ¿Será que Jeremías inexplicablemente olvidó consignar a los
exiliados de ese año? No, ¡simplemente no hubo ningún exilio en ese tiempo!
Otras
partes de la Biblia nos dicen lo que el rey de Babilonia le hizo a este
rebelde: “Contra él subió Nabucodonosor el rey de Babilonia para sujetarlo
con dos grilletes de cobre para llevárselo a Babilonia. Y Nabucodonosor llevó algunos
de los utensilios de la casa de Jehová a Babilonia y entonces los puso
en su palacio en Babilonia” (2 Crónicas 36.6,7). Sí, porque fue debido a la
rebelión de Jehoiaquim que el ejército babilonio vino y tomó “algunos”
de los utensdilios del templo. Evidentemente los grilletes nunca fueron usados
porque Jehoiaquim fue asesinado, como lo confirma Daniel: “Nabucodonosor el
rey de Babilonia vino a Jerusalén y procedió a ponerle sitio. Con el tiempo Jehová
dio en su mano a Jehoiaquim el rey de Judá y una parte de los
utensilios de la casa del Dios verdadero, de modo que él los llevó a la
tierra de Sinar, a la casa de su dios” (Daniel 1.1,2). Sí, Jehová “dio
en su mano” al rebelde rey judío, lo asesinó, y se llevó “una parte”
de los utensilios del templo. Esto Josefo lo confirma.
¿Qué
pasó después?: “Joaquín su hijo empezó a reinar en lugar de él […] y por
tres meses y diez días reinó en Jerusalén”. ¿Por qué duró tan poco su
reinado? Porque “a la vuelta del año el rey Nabucodonosor envió y procedió a
llevarlo a Babilonia con objetos deseables de la casa de Jehová” (2
Crónicas 36.8-10). De hecho la Biblia confirma que Joaquín se rindió: “Joaquín
el rey de Judá salió al rey de Babilonia, él con su madre y sus siervos y sus
príncipes y sus oficiales de la corte; y el rey de Babilonia finalmente lo
tomó”. Anteriormente, cuando Nabucodonosor mató a su padre, habían tomado
solamente “algunos” de los utensilios del templo, pero ahora los
babilonios tomaron “todos” los utensilios de oro del templo y “todos”
los tesoros de la casa y se los llevaron consigo a Babilonia. “Entonces sacó
de allí todos los tesoros de la casa de Jehová y los tesoros de
la casa del rey, y pasó a cortar en pedazos todos los utensilios de oro
que Salomón el rey de Israel había hecho” (2 Reyes 24.12-15). Después de
eso el rey Nabucodonosor puso a Sedequías en el trono de Judá. Nuevamente se
puede ver que todo esto concuerda con lo que escribió Josefo.
Así
que en el mismo año dos grupos de exiliados fueron tomados: Primero, cuando
Jehoiaquim fue asesinado, tres mil dignatarios fueron tomados cautivos; luego,
unos pocos meses después, “a la vuelta del año”, Nabucodonosor regresó y
Joaquín fue llevado al exilio junto con diez mil personas más.
Jeremías proporciona una lista de todos los dignatarios que fueron
tomados y nos dice que los tres mil fueron tomados durante el séptimo año
completo de Nabucodonosor (o su octavo año de reinado) (68): “Estas
son las personas a quienes Nabucodonosor llevó al destierro: en el año séptimo,
tres mil veintitrés judíos”. Este no es el exilio que ocurrió al final del
tercer mes de reinado de Joaquín, cuando diez mil cautivos fueron tomados. No;
este es el exilio que tuvo lugar después de que Jehoiaquim, su padre, fuera
asesinado: El primer exilio, cuando tres mil fueron tomados. ¿Por qué Jeremías
no dice que los tres mil fueron tomados durante el primer año de Nabucodonosor,
como claman los apóstatas? Sencillamente porque no hubo ningún exilio en ese
año (69).
Como
Jeremías dice, los tres mil fueron tomados después de que Jehoiaquim fuera
asesinado. Él dice claramente que eso ocurrió en el séptimo año completo (o lo
que es lo mismo, el octavo) del reinado de Nabucodonosor (68), y
no en su primer año (el cual correspondería con el tercero de Jehoiaquim) como
los apóstatas argumentan. (69) Si los judíos del siglo primero, al igual que
su más respetado historiador, no creían en el ficticio exilio del tercer año de
Jehoaquim (exilio que hoy por hoy los apóstatas y la cristiandad nos quieren
hacer creer que sí ocurrió), entonces es muy probable que la congregación
cristiana del siglo primero tampoco creyera en él; y eso es porque nunca
ocurrió. Josefo, la Biblia, y el antigüo pueblo judío están en lo correcto,
mientras que la moderna teoría del 587 aec. está equivocada.
Notas:
64- El “año cuarto” de Jehoiaquim fue también el “primer año” de
Nabucodonosor (Jer 25.1), y corresponde a 625 aec. (según la cronología basada
en la Biblia).
65- El año octavo de Jehoiaquim y el cuarto de Nabucodonosor corresponden
a 621 aec. (según la cronología basada en la Biblia).
66- Es decir 618 aec.
67- Es decir, kislev de 624 aec. (según la cronología basada en la
Biblia).
68- Es decir 618 aec. (según la cronología basada en la Biblia).
69- El primer año de Nabucodonosor (su año de ascenso) fue 605 aec., según
la cronología seglar; o 625 aec., según la cronología basada en la Biblia.
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